viernes, 4 de diciembre de 2009

APRENDIZAJE

La luz no podía dejar de relucir durante todo el día. Yo no podía dejar de ver todo recubierto de brillo astral, artificial o lunar . En casa había imposición de acceso a todo aquello que me surtiese luz. Cuando oscurecía levemente yo, avivaba el lugar con luz ilusoria, oprimiendo los interruptores de las lámparas. La luz natural y la artificial de ese modo unían sus intensidades y yo eludía mi incierto pavor por lo lóbrego. La oscuridad significaba pánico, pero no solo eso, la ausencia de ruidos, conversaciones o vida significaba pánico. La televisión, radio, ordenador, me resguardaban del sobrecogimiento que me producía la omisión de existencia viva. En realidad no quería ver a nadie, pero si saber que allí estaban presentes, no quería hablar con nadie, pero si escuchar ruidos o simples y ridículos parloteos. En mi cabeza yo estaba analizando toda mi vida, estaba observando todos mis recuerdos, evocando momentos y comprendiéndolos por primera vez. Había desamparado la apreciación profunda y examinadora de mis actos pasados y, ahí dentro, en mi cabeza y ayudado por una indemne memoria me estaba conociendo poco a poco. Estaba sumido en una fase de aprendizaje.
Me reconfortaba saber que el mundo seguía igual, yo había cambiado y era difícil de asimilarlo, pero me estaba enfrentando a ello… afrontar un cambio de todo el resto, de mi entorno, al mismo tiempo hubiera acabado conmigo. Soy muy débil.
Contaba con la luz, con la palabras y con los ecos de un ayer conocido. Mi mente estudiaba, ahora, como poseer ese ayer de manera completa. Mi intelecto solo distinguía fragmentos de un olvidado conocimiento.
Empecé un retiro. Me aleje de aquello que yo consideré que podía entrometerse de manera peligrosa en mi aprendizaje y en mi ansiada tranquilidad. En un principio gran parte de lo que me rodeaba había sido considerado como contraindicado para mi. Debía ocuparme de demasiadas circunstancias. Pensé entonces en centrarme en mi cerebro, quizá era por donde debía empezar. Sólo dependía de mi y la atención sería constante. Le brindé una vigilancia firme. Desde entonces todo ha sido mas fácil.


La noche, todavía, me causa estragos. El pánico se mantiene débilmente aturdido, situado entre la boca del estomago y la garganta, ahí lo colocó mi cerebro. Hay momentos en los que recuerda su autoridad, entonces se anima y se difunde centrifugamente a una velocidad perversa. Intenta salir, pero no lo logra. Choca contra mis tejidos mas superficiales, que son una coraza solo en dirección dentro-fuera, y me despierta.
El aprendizaje me ha hecho comprender el viciado comportamiento de mi percepción. Me siento cada vez más cómodo conmigo mismo. Me conozco siempre mas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario