domingo, 12 de septiembre de 2010

HOMBRES DE VERDAD

Estaba saciado y no sabía si era el vino o era el amor el que mantenía su cuerpo nivelado sobre el sofá. Uno de los dos era su soporte en el hombro y su amparo en el corazón. Miró a su alrededor y estaba solo, aun así, un desdibujado acompañante caldeó su cuerpo. Su confusa soledad le hizo pensar en algo tan aventurero como el sexo. Pensó que era su máxima ambición y esa idea inmediatamente penetró sus sesos. Comparó la comida, algo tan importante para un hombre, con el sexo, algo imprescindible para un hombre mejor. La alimentación todavía estando en el contexto del mejor banquete, en algún momento habría de colmarle, antes o después se le quedaría en el garguero. El sexo nunca. El sexo con ella le provoca impaciencia por admirarlo una vez tras otra. Porque el sexo siempre tiene una parte más recóndita y sabor más intenso que la vez anterior. Se bebió entonces un pacharán, uno sólo, para no saciarse.

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