martes, 2 de noviembre de 2010

EN LA CAMA NO SUEÑO, MIRANDO EL CIELO, VIVO

Llega el momento en el que te despides de los sueños imprevistos e impetuosos, porque, si bien, el cuerpo rendido sobre la cama disfruta de un descanso comatoso, el ágil cerebro no se despreocupa de su entorno sino que se esmera por acentuar la intensidad de mi respiración, manteniéndose siempre despierto a causa de un hondo resuello. Qué alivio que se deje aguijonear por las más mínimas oscilaciones del mundo y que ensombrezca a esos sueños inverosímiles con percepciones tan fabulosas y elevadas como la aparición en el cielo de unas nubes históricas y pasmosas que empujan mi cabeza hacia el suelo y que aplacan la presencia humana con su grandeza. Unas nubes que provocan sumisión y que se instalan en la retina en forma de perfectas partículas de vida, recompensando así a mi cerebro.

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