miércoles, 5 de mayo de 2010

MÁS QUE LUZ

Vibraban mis oidos, palpitaba mi espíritu.
Mis tímpanos aferrados a la guitarra de Josh Rouse bailaban con gracia andaluza. Mi alma se agitaba instado por el placer de encontrarte.
El cielo había sido ocupado por espesas nubes blancas, altas, medias y bajas; todas ellas mullidas y redondeadas. No obstante había sitio para el Sol también, que, sin entrometerse, se asomaba curioso al paso de las nubes para contemplar el bello panorama:
Estabas tú, solo tú en ese punto... estabas disfrutando de dos de tus más preciados placeres y con un tercero a punto de llegar. Estabas fumándote un cigarrilo y bebiéndote un té mientras soñabas en el jardín.
En ese mismo instante yo miré al cielo. El Sol y las nubes habían parado su carrera y estaban mirándote absortos...
Le pregunté al Sol:
—¿Qué miras así sin pestañear y aluzando con tanta intensidad? ¡Alúmbrame la carretera, cabrón!
—Déjame en paz. Esto es más interesante. Confórmate con el reflejo.
—Bueno —dije—. Espero llegar a tiempo para ver con mis propios ojos lo que ha parado al cielo —pensé.
Las nubes se hicieron fuertes contra el viento, le aconsejaron que dejara de soplar y que observara junto a ellas y el Sol. El viento lo hizo sin pensar. Instantáneamente agradeció la invitación.
Yo seguía mi recorrido en moto, con voluptuosidad de espiritu y echando de menos un poco de viento en popa para hallarte con mayor presteza.
Tú seguías haciendo lo mismo. Mostrabas gestos de aprobación o disconformidad hacia tus propios pensamientos.
Yo empecé a sospechar... ¿será a mi Monique a la que miran así desde ahí arriba? Porque el paisaje de esta zona es bello... pero lo conocen de sobra... además, ciertamente ahí es adonde me dirijo y donde esta ella... ¿será?... creo que sí... claro... es ella...
¡Joder! Afortunadamente el Sol no me iluminaba directamente a mí... era una jodida explosión nuclear... millones de auroras boreales...
—¿Cómo puedes conseguir tanto vigor lumínico, señor Sol?
—No toda esta luz la produzco yo.
—Entiendo. Es ella, ¿no?
—¿Cómo? ¿De qué hablas?
—Estás mirándola a ella, ¿verdad?
—¿La conoces? ¿Ya la has visto antes?
—¿Piel canela, piernas de infarto, corte de ojos único, hocico de leona?
—¡Sí! ¿La conoces?
—Sí.
—¿Y por qué no estas mirándola igual de petrificado que nosotros? ¿Por qué no estás con ella?
—Eso es lo que voy a hacer. Eso y más, señor Sol.
—Te envidio, te odio.
—Lo sé.
Llegue al destino.
—Hola, amor.
—Hola, mi amor.
—Qué buen dia, ¿verdad?
—Sí. Es como si tuviese el Sol para mi sola.
—Es verdad. Pero creo que ya se va a opacar un poco.

Ilustración: Diana Ordoñez (Ledania)

2 comentarios:

  1. este era el qu eme enseñaste verdad?el de la revista.sin lugar a dudas estas puliendo el estilo.este relato me encanta.mas directo y menos ornamental.muy bueno chimenez.te quiere andresito

    ResponderEliminar
  2. Muy guay, tanto relato como ilustración.
    Mucha ilusión verte por diarios hace poco.
    Abrazos

    ResponderEliminar