lunes, 19 de abril de 2010

IL RISORTO

La reanimación está siendo parsimoniosa, insólita y apática. Me desadormezco de un prolongado sueño. Ha sido un reposo sin sobresaltos, donde todo era conocido y en el cual nada ha podido intoxicarme con preocupaciones. Esta somnolencia se aproximó a un colapso y ahora la cabeza me pesa casi tanto como el alma. Poco a poco advierto que he estado momificado. Mi cuerpo presenta preciados ajuares bajo el embalsamamiento y por un momento padezco una situación irrespirable. Apresuradamente me purifico. Siguen apareciendo y apilándose pertenencias y fundamentos de un valor sobrenatural, de un gusto taumatúrgico. Más que despertar he renacido. Oprimo los párpados férreamente y la oscuridad se ilumina como un titánico imperio antimilitarista. Los monumentos se elevan solemnemente encarnando una misma figura. La única capaz de brillar con su propia luz. He pasado mucho tiempo aletargado, mi cuerpo se ha consumido, mas mi alma no cesó de alimentarse. Y le grito al compromiso, le grito amistosamente como hago con la vida, y les abrazo, y ellos me palmean la espalda, orgullosos. Creo en las certezas. Creo en mi cabeza. Creo en mi cuerpo. Estoy enamorado.

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